Hace poco más de tres décadas, cuando estudiaba 4to. año de bachillerato, me topé por primera vez con esa fascinante figura literaria y lógica llamada oxímoron, que consiste en usar dos conceptos de significado opuesto en una sola expresión, como por ejemplo “instante eterno”, “limonada de fresa”, “tolerancia cero” o ”paz armada”.
Nunca pensé que la noche del 14 de abril de 2013, un oxímoron gráfico iba a golpear de manera tan reveladora mis ojos y mi entendimiento y la de otros millones que dieron su voto a la opción del cambio: a los pocos minutos del primer reporte de la Presidenta del Poder Electoral, la pantalla del canal del estado mostró una imagen donde el 49,07 % de los votos supuestamente obtenidos por Henrique Capriles era representado apenas por una base casi bidimensional, imperceptible y a ras de suelo, contrastando con un erguido y grande cilindro rojo en 3D con un 50,66 % de votos atribuidos a Maduro cuya diferencia era solo el 1 % aproximadamente.
Esta imagen, rápidamente construida por el infógrafo del canal en aquellos tensos momentos, se quedó grabada en mi cabeza y allí permaneció latiendo durante unos días, a la espera de su metabolización.
Luego de casi una semana de intensa crisis política por la negativa del Poder Electoral, posteriormente re-considerada en forma de auditoría, de realizar un reconteo de votos por la existencia de una diferencia muy estrecha entre ambos candidatos y con denuncias de más de 3.000 incidencias de las mesas de votación por parte de la Mesa de la Unidad Democrática, entendí al fin con claridad que ese cilindro azul aplastado casi hasta el piso, que esa “mitad más pequeña”, ese oxímoron tan perturbador, no es más que la expresión más gráfica de lo que lo la Dra. Elizabeth Kübler-Ross, experta en duelos humanos, describe como “negación”, la primera etapa de un proceso de duelo, que bien vivido, lleva inevitablemente a la aceptación.
Y es que los seguidores del proceso revolucionario bolivariano están en duelo, un duelo profundo, es más, un doble duelo: no sólo perdieron físicamente a su insustituible líder el día 5 de marzo, sino que también, por primera vez en 14 años, perdieron el apoyo de la mayoría del pueblo venezolano. De golpe y porrazo, aquella noche del 14 de abril el oficialismo se encontró con una oposición cuyo cilindro azul bien ilustrado se le hubiera parado al lado, de tú a tú, de pueblo a pueblo, al cilindro rojo para decirle: “aquí estamos también, somos millones, creemos en otro camino para el progreso, con inclusión, justicia y democracia y estamos dispuestos a luchar por él”.
La negación es esa primera etapa del duelo, es no querer ver lo obvio, lo que parecía imposible, ese “esto no puede estar pasando”; negación plasmada en la imagen mencionada, en donde una mitad parece aplastar a la otra hasta convertirla en un mero elipse en el piso de la gráfica. Expresión inconsciente que recoge una realidad negada hoy por millones.
La segunda etapa del duelo es la rabia, rabia de muchos contra muchos, rabia por los 800.000 chavistas aproximadamente que sólo seis meses antes habían depositado su voto y sus esperanzas de continuidad en Hugo Chávez y que esta vez no lo hicieron por Maduro, rabia porque esa mitad, digan lo que digan, es pueblo decepcionado, es pueblo que no encontró en Nicolás Maduro, en sus 100 días de gobierno, a un líder resonante ni evidencias de capacidad para abordar los serios problemas que agobian al venezolano en su día a día, rabia porque los manidos calificativos de “oligarcas”, “burgueses”, e “imperialistas” resulta que ya no sirven para nombrar a esa otra mitad llena de pueblo.
Rabia que se ha visto y expresada una y otra vez, en estos días aciagos, en las acciones y expresiones destempladas de muchos de los que hoy detentan el poder con amenazas, cacería de brujas, simulación de hechos punibles, amedrentamientos…
La tercera etapa es la negociación, que se da cuando la persona, en caso de enfermos con enfermedades potencialmente mortales, tiene la esperanza de que puede, de alguna manera, posponer o retrasar la muerte inevitable y para ello, usualmente “negocia” una vida extendida con un poder superior a cambio de una forma de vida reformada. En el caso que nos ocupa, esta etapa la comenzamos a ver cuando el chavismo, comienza a “negociar” tácitamente con el equivalente al poder superior, el pueblo, y también en el interior de sus filas, una revisión y un cambio; fueron varios los oficialistas que instaron a una profunda revisión y lectura correcta de los resultados, siendo una de las más impactantes la expresada por Juan Gómez Muñoz un día después de las elecciones titulado “Por qué ganamos de vaina o porque de vaina perdimos” publicado en portal socialista Aporrea.org.
La cuarta etapa es el dolor, y en esta etapa ya están también muchos chavistas de corazón, es un dolor silencioso, guardado de la piel hacia dentro, que no se asoma por las ventanas, un dolor por la sensación de estar presenciando el inicio del final… el inicio del desmoronamiento de un proceso revolucionario que logró importantes avances en lo social, pero a un precio muy alto en la sustentabilidad y mejoras para TODOS los venezolanos; dolor por la pérdida de una oportunidad histórica para profundizar en un modelo en el que le han apostado, pero que la ineficiencia, la corrupción y el error de repartir odio a diestra y siniestra por todos los que no votaron por Chávez metiéndolos en el mismo saco de una “despreciable derecha fascista” y “traidores a la patria”, llevaron al cansancio y a la decepción de un pueblo que se desangra a manos del hampa, cuyo salario ha sido devorado por una inflación voraz, que no encuentra bienes básicos en los mercados, que le falla el agua, la luz… haciendo de la vida cotidiana un viacrucis incomprensible para los que viven fuera de nuestras fronteras.
La aceptación, última etapa de los duelos bien vividos, es la que le permite al individuo aceptar su pérdida y seguir su vida incorporando los aprendizajes posibles. La aceptación marca el inicio de la verdadera posibilidad de cambio. Para el chavismo será aceptar a esa otra mitad, aprender a ser mitad y no mayoría, tender puentes y revisarse. Reconocer la otra opción y dejarle el paso, si demuestra que la ventaja de 200.000 no es tal, lo cual no significará en ningún momento salir del juego, ya que, en una democracia, tienen vida y derechos -a través de los partidos políticos- distintas visiones de país que el pueblo elige cada seis años.
Las primeras cuatro etapas del duelo no siempre se viven es este orden, pero se viven… Tomará tiempo al chavismo y al oficialismo (no todo chavista hoy en día es oficialista) llegar a la etapa de aceptación, aceptar sus pérdidas y reinventarse sin necesidad de renunciar a la esencia de su pensamiento social. Le toca ahora a la oposición entender ese duelo, acompañarlo con respeto y sin violencia, pero sin desfallecer en su válida lucha, dentro de la legalidad, de llegar hasta el fondo de la verdad de ese 1% que en la infografía del canal del estado aquella noche inolvidable del 14 de abril, ilustraba más la representación de un profundo anhelo, que la cruda realidad de una cifra matemática llena de significados.